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Mostrando las entradas etiquetadas como covid19

Naturaleza y fin de las burbujas

Los seres humanos creamos nuestra burbuja. Todos sin excepciones construimos el mundo en el que vivimos. Algunas personas, esta mañana encendieron el televisor y lo dejaron sonar mientras preparaban el café, para informarse o para sentir compañía, o simplemente para dejar entrar la ciudad, ese mar incontenible de rutinas, de esperanzas truncas, y de sed insaciable, que detestamos y que nos proporciona un motivo para vivir y matar.  Otros, revisarán sus teléfonos para ver cómo va el plan de dominación mundial de Bill Gates; otros respirarán un día gris que pesa como yunque de hielo; mientras que el mismo día tendrá un tono gris hermoso para los amantes que se besan al descubrirse desnudos y juntos a las seis de la mañana.  En fin, la vieja metáfora del vaso medio lleno o medio vacío; de la tierra plana o esférica; del virus real o imaginario. La misma dualidad de valor, por absurda simplificación (la vida no se reduce a dos valores opuestos) se puede aplicar a la libertad. Para los Ius

La sangre y el whisky

El sonido de las noticias en la televisión se mezclaba con el de la licuadora; los batidos saludables son tan angustiantemente ruidosos. Bob pasa la mano por la cara sin afeitar. Sus ojeras hablan de una noche llena de sobresaltos; vacía de verdadero descanso; una lluvia puede ser tortuosa cuando sus gotas resaltan el hastío por todas las cosas.  Alguna vez, Bob había sentido devoción por las cosas que crecen; había amado las montañas y la visión del mar. En su juventud solía pensar que las aves marinas anunciaban que la tarde estaba por cerrar.  Había amado y sentido el mundo como si fuera plano y sin extremos. Experimentó también la pasión y su sed destructiva y voraz. Buscó y defendió la verdad con fervor; mientras iba descubriendo que las verdades eran efímeras, a su debido tiempo todo principio era sumergido en la paradoja claridad de lo falso.   Cansado de abogar por causas inevitablemente perdidas, ahora sentía un hastío universal. Una amargura permanente le privaba del sueño. E

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«Nacemos olvidados.» - pensaba. - «San Agustín lo sabía; Romanos enseña la predestinación; además, están las matemáticas; si restas el mayor y menor número posible con las cuatro mismas cifras, por ejemplo:

La cuenta

- «¡Que se vayan a la mismísima mierda!» - gritó. Su exactitud superlativa se debía a la no menos superlativa frustración que venía padeciendo; ¡una hora tratando de pagar una cuenta de $2.00, por peajes! Un mes atrás, ganó diez minutos usando una autopista privada; ahora, los devolvía con creces.  Primero, una página llena de links irrelevantes y un gran anuncio de los mejores tacos mexicanos; luego, una aplicación que le pidió una contraseña con letras mayúsculas, minúsculas, caracteres especiales y un par de dígitos; y además, su color favorito. Luego un sentido “¡puta madre!” anunciando que la aplicación no tenía ninguna utilidad. Una hora y varios carajos después el pago estaba hecho.  ¿Valió la pena?  Recordó el mundo hace un mes; había llegado diez minutos más temprano ese día, los cafés llenos de gente, la vida. Le había tomado una hora de su cuarentena tratando pagar esos condenados dos dólares. Percibió, que durante esa hora no había pensado en la tristeza, ni en sus padres l

A veces, es mejor estar muerto

Finalmente, el  Ministro de Salud anunció que los muertos serían dados de alta. H ubo cierto sobresalto; luego vino el miedo. Santiago era una ciudad ordenada, y generalmente no había fantasmas al medio día; era ya bastante con ver inmigrantes. Pronto comenzaron las dificultades; ¿se podía ocupar el asiento ocupado por un fantasma?;  ¿era discriminatorio? L os expertos en fantasmas sabían que sus cuerpos traslúcidos pueden ser atravesados; dicho de otro modo, el trasero de un fantasma puede contener otro trasero; pero acaso ¿no era una forma de invisibilizar a una persona recuperada?  

El ángel y el Whisky

Serie de Relatos Breves –«¡Dale la Tablet para que no joda ese mocoso de mierda!». Lo dijo con ojos y dientes apretados; ahogando sus ojeras en un escocés doble, su último. Estaba cansada. Los días encerrada eran insoportables; su única salvación era ese escocés que tomaba con ojos cerrados; como un bálsamo sagrado.

¿Adónde?

Serie de Relatos Breves Carlos era metódico. Desde el borde de la memoria, despertaba a las cinco de la mañana. Se duchaba con agua fría; desayunaba dos panes con mantequilla y una taza de leche con café instantáneo. Luego, gastaba 15 segundos frente al espejo; sacaba los platos de la alacena, les quitaba el polvo y los guardaba. Almorzaba dos zanahorias, atún y una naranja. La siesta coincidía siempre con el segundo párrafo de una novela de Miller; siempre dormía en la misma palabra. Atardecía mirando a la gente por la ventana.  Los sábados, llegaban sus compras semanales.