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Naturaleza y fin de las burbujas

Los seres humanos creamos nuestra burbuja. Todos sin excepciones construimos el mundo en el que vivimos. Algunas personas, esta mañana encendieron el televisor y lo dejaron sonar mientras preparaban el café, para informarse o para sentir compañía, o simplemente para dejar entrar la ciudad, ese mar incontenible de rutinas, de esperanzas truncas, y de sed insaciable, que detestamos y que nos proporciona un motivo para vivir y matar. 

Otros, revisarán sus teléfonos para ver cómo va el plan de dominación mundial de Bill Gates; otros respirarán un día gris que pesa como yunque de hielo; mientras que el mismo día tendrá un tono gris hermoso para los amantes que se besan al descubrirse desnudos y juntos a las seis de la mañana. 

En fin, la vieja metáfora del vaso medio lleno o medio vacío; de la tierra plana o esférica; del virus real o imaginario. La misma dualidad de valor, por absurda simplificación (la vida no se reduce a dos valores opuestos) se puede aplicar a la libertad. Para los Ius naturalistas, el hombre nace libre; para los positivistas, Leon Duguit, a la cabeza, el hombre nace preso y vivirá preso el resto de su vida. 

Un médico que muere por una enfermedad que creyó una fantasía, tal vez murió libre. Pero también es posible, que haya vivido en la opresión de una libertad que solamente existió en su mente. Es aquí donde los límites de nuestras propias burbujas hacen que todo se torne confuso. Solamente sé que la muerte rompe todas las burbujas. 

 

Roberto Jáuregui. 

 

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