«Nacemos olvidados.» - pensaba. - «San Agustín lo sabía; Romanos enseña la predestinación; además, están las matemáticas; si restas el mayor y menor número posible con las cuatro mismas cifras, por ejemplo:
4312 -
1234
3087
Si repites la operación, obtienes:
8730 -
0378
8352
Y luego:
8532 -
2358
6174
Si partes de “8679”, llegas a “6174” en seis pasos.
Independientemente del número de partida se llegará a “6174” en ocho pasos. No hay escapatoria. La oscuridad es una constante matemática, quien nace oscuro morirá sin gloria. Yo entrené toda la vida sin ser seleccionado; estudié, destaqué, pero estoy sin trabajo.»
Calculaba que hasta este momento había 12,496 infectados; pensaba que enfermar en una pandemia; tener una tumba sin nombre; un funeral sin amigos... nada era más anónimamente oscuro.
Pero entonces, Queen le rescató: «the show must go on» le dijo Freddy.
Aprovechó un descuido, y escapó. Decidió que no sería un cadáver anónimo, sino un ángel apocalíptico. Sonrío al ver las noticias: “hombre se escapa de hospital.” Nunca había sido famoso, ni corriendo, ni estudiando, ni como el cojudo que rezó de verdad todo El Santo Rosario.
Pero pronto dejó la sonrisa, leyó y releyó el diario; nadie había escrito su nombre en esa noticia.
Roberto Pável Jáuregui Zavaleta
De: Relatos del Encierro.
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