El sonido de las noticias en la televisión se mezclaba con el de la licuadora; los batidos saludables son tan angustiantemente ruidosos. Bob pasa la mano por la cara sin afeitar. Sus ojeras hablan de una noche llena de sobresaltos; vacía de verdadero descanso; una lluvia puede ser tortuosa cuando sus gotas resaltan el hastío por todas las cosas. Alguna vez, Bob había sentido devoción por las cosas que crecen; había amado las montañas y la visión del mar. En su juventud solía pensar que las aves marinas anunciaban que la tarde estaba por cerrar. Había amado y sentido el mundo como si fuera plano y sin extremos. Experimentó también la pasión y su sed destructiva y voraz. Buscó y defendió la verdad con fervor; mientras iba descubriendo que las verdades eran efímeras, a su debido tiempo todo principio era sumergido en la paradoja claridad de lo falso. Cansado de abogar por causas inevitablemente perdidas, ahora sentía un hastío universal. Una amargura permanente le privaba del sueño. E