Jair había sido bautizado en el río Jordán con una túnica blanca, y su esposa podía hablar la lengua de Dios. Unificó la fe al convertirse en evangélico sin dejar de ser católico, y su presidencia, sin duda alguna, era la voluntad del Altísimo, porque como había dicho: «Dios es brasileño». Entonces, el virus se extendía por el mundo, 33,000 casos en Brasil y 2,000 muertos; y proclamó:
«Histeria, las cifras son falsas.»
Entonces, los narcotraficantes de Río de Janeiro decretaron:
«¡Atención Río das Pedras, Muzema y Tijuquinha: Toque de queda.
Quien sea visto en la calle va a aprender a respetar al prójimo!»
El kybalion enseña que cada cosa en el universo es doble; que lo semejante y lo antagónico son lo mismo; que “los extremos se tocan”; que en parte conocemos; y que las paradojas son todas aparentes.
Unos narcotraficantes enseñando a respetar al prójimo; un seguidor de Cristo propagando la plaga. No hay ninguna paradoja, ningún asombro, después de todo, en un universo donde el día también es noche, ambos son una misma cosa.
Roberto Pável Jáuregui Zavaleta
De: Relatos del Encierro
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