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Ken Follet y Los Pilares de la Tierra



Los Pilares de la Tierra de Ken Follet tiene ciertas virtudes y defectos que hacen de esta novela una obra televisable. El autor es un especialista en Thrillers amante del proceso de construcción de las catedrales medievales y que comenzó a escribir el libro por 1976 y concluyó finalmente en marzo de 1989.
Una novela histórica escrita por un especialista en thrillers prometería ser una experiencia satisfactoria. Sin embargo, podría no serlo del todo. Veamos:
La historia presenta una simetría muy interesante en el planteamiento y desenlace. Inicia con el ahorcamiento de un inocente y concluye con el ahorcamiento de un culpable. Inicia con una maldición pagana y termina con la humillación de un rey ante la iglesia. En el camino Follet se las arregla para anclar su novela con un hecho histórico, el asesinato de Tomás Becket y en el proceso, va dejando detalles de la vida y costumbres en la edad media.
La historia está salpicada de una serie de aventuras y problemas que van siendo resueltos a lo largo de sus 1357 páginas; problemas que, como en todo thriller tienen la intención de mantener al lector interesado en los hechos… y bueno Follet es un experto en eso.
Sin embargo, la construcción del interés es un tanto ingenua. Follet recurre a la invención de un villano arquetípico y caricaturesco, la suma de todo el mal, un individuo que el lector detestará y que irá haciendo villanías a fin de mantener el interés.
Pese a todo la falta de profundidad de la trama y de los personajes hace que el relato se transforme en una especie de gran telenovela: muchos episodios, que a partir de la página 600 comienza a ponerse aburrida.
A la novela le falta el gran problema, el gran nudo trascendental y el desarrollo de los personajes que caracteriza toda gran novela.
La suma de detalles sobre la vida medieval y los diálogos de los personajes hace que parezca que los sujetos son unos tipos del siglo XXI disfrazados para una representación escolar. No hay un desarrollo consistente entre la forma de pensar y hablar de la época como por ejemplo, se aprecia en los trabajos de Margarita Yourcenar (Las Memorias de Adriano, Opus Nigrum) o en Alvaro Mutis (La muerte del estratega) o Tolstoi (La Guerra y la Paz).
En suma, los personajes no son consistentes y terminan siendo simplemente operadores de la narración, dejando la impresión de que en lugar de una novela se está leyendo un cuento al que se le ha estirado con un rodillo o una suma de cuentos cocidos para hacer una gran sábana.
En fin, es una novela recomendable para quien quiere una alternativa a la televisión, o para quien esté en busca de algo de lectura de poca profundidad o ideal para matar largos momentos de espera sin tener que pensar.

Roberto Pável Jáuregui Zavaleta
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