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Tolstói: La libertad como ilusión


En los últimos capítulos de la Danza Inmóvil, la novela de Manuel Scorza, los dos  protagonistas mueren arrepintiéndose del destino que escogieron. En una simetría dramática ambos piensan que el otro eligió mejor; a pesar de haber decidido caminos opuestos terminan encontrándose con una muerte solitaria. 
Las consecuencias de las elecciones equivocadas son parte del peso de la libertad. Vivir implica un continuo acto de elegir, un ejercicio mínimo de libertad que nos sobrecarga. Cuando se es niño parece que frente a nosotros hay muchísimas posibilidades, a medida que nos acercamos al final de la vida, el mundo se percibe como muchas puertas que se quedaron sin abrir; unidas a la interrogante ¿y si hubiera tomado alguna de esas puertas? Si hubiera estudiado esa otra carrera; si hubiera casado con aquella mujer; si hubiera aceptado aquella oportunidad. 

La libertad presupone elegir. 

Pero y si realmente no existieran las verdaderas elecciones. Y si todas las elecciones fueran verdaderamente falsas elecciones. ¿Si aquello que hicimos fue lo único que realmente podíamos hacer? ¿Y si aquello que elegiremos, realmente será lo único que podremos elegir?

Tolstói: la libertad como ilusión. 


Tolstói vivió entre 1828 y 1919, estudió Derecho, vivió de cerca las guerra de Crimea; su interpretación de la vivencia cristiana influenció en la formación del pacifismo de Ghandi con quien mantuvo correspondencia y escribió novelas como La Guerra y la Paz y Ana Karenina, que son parte de la literatura universal.

La "Guerra y la Paz" es una de mis novelas favoritas. Hay una característica fundamental entre un buen cuento y una buena novela. Usualmente un buen cuento se construye sobre la base de una buena historia; una buena novela, en cambio se basa en la construcción de los personajes: En la Guerra y la Paz, Tolstói da vida a cientos de personajes de la sociedad rusa de los tiempos napoleónicos reproduciendo con genialidad esa época. Sin embargo, "La Guerra y la Paz" es más que una buena novela. 

“La Guerra y la Paz” (1869) es una novela imprescindible. Traducida y publicada a los idiomas más extendidos, esconde entre sus páginas una sólida y “escalofriante” concepción de la historia. Particularmente, discrepo con aquellos que pretenden reducir el libro a un simple fresco de la vida rusa ente 1805 y 1815. En el libro aparecen más de quinientos personajes claramente definidos, no para retratar un momento de la historia rusa, Tolstói en verdad quiere reproducir y demostrar los principios que rigen la historia en general. No es un libro sobre la Guerra de 1812, el tema del libro es la historia y la libertad. No es una simple novela. Es una “parábola” literaria y épica de una teoría sobrecogedora. 

Tolstói pretende ilustrar la relación de identidad ente el determinismo histórico y el mito de la libertad individual. La historia, según su pensamiento, no es el producto de la voluntad de los gobernantes ni de la voluntad de un individuo. El liderazgo, desde esa perspectiva, es un espejismo. El hombre sin excepción está cautivo de sus circunstancias, y es tanto más prisionero cuanto más poder suponga tener. De ese modo, para Tolstói, Napoleón no tuvo la idea de invadir Rusia, Napoleón fue arrastrado por una fuerza superior hacia un destino más allá de todo cálculo. Él, como los demás combatientes, como el resto de sus personajes viven las vidas que están determinados a vivir, sin poder sustraerse a su destino. 

Los hombres, según Tolstói, están condicionados por sus limitaciones temporales y espaciales. Caminan y ven del modo que les permiten sus cuerpos y sus propios pensamientos. Toda “elección”, en verdad, es una aparente elección. Hasta en las decisiones más sencillas están ausentes las opciones. Decidimos hacer lo único que realmente podemos hacer. Nuestras circunstancias objetivas y subjetivas determinan nuestra vida, simplemente. La libertad no existe porque las opciones realmente no existen. 

Tolstói compara la sensación de libertad con la percepción que tenemos de la Tierra. Sabemos que el planeta es curvo y que está en continuo movimiento. Sin embargo lo percibimos plano y quieto. La aparente forma y quietud del suelo es solamente una ilusión que hace posible nuestra vida. Del mismo modo, nuestra facultad de elegir es solamente una ilusión que nos ayuda a permanecer con vida. 

Si el hombre, como dice Tolstói, es un ser determinado, entonces escribí este artículo no como un acto libre, lo escribí porque no podía ser de otro modo. De la misma manera, no escogiste leerlo, lo leíste porque esa era la única elección real que tuviste. Si somos juguetes de las circunstancias, hojas de otoño que el viento lleva; si Tolstói tiene la razón; entonces la libertad sería el gran autoengaño de la especie humana. 

Entre el peso de la libertad y la prisión de la fatalidad


Pero sería un autoengaño necesario para justificar la necesidad de seguir viviendo y la idea de responsabilidad, porque si bien asumir este determinismo conlleva a la desaparición del peso de la libertad, del peso del dolor por las decisiones no tomadas; esa supuesta "paz" sería aniquilada por un nuevo dolor, el de la "desesperanza" por la fatalidad; de saberse preso de la propia vida. 

Solamente en la ilusión de haber elegido es que se encuentra la motivación para despertar mañana, paradójicamente, la vida como elección es un imposible, es un espejismo en la mente, y por lo tanto, sería imposible aquel poema de Frost:

"Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, 
Yo tomé el menos transitado, 
Y eso hizo toda la diferencia."



Roberto Pável 




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